Javier Fueyo

La comunidad Volkswagen se reúne una vez al año bajo el sol de Miami para celebrar la VolksBlast. Para participar, la gente se traslada desde todas las regiones del país, Canadá y Alaska, en busca de la fiesta que en febrero 2008 cumplió su décimo aniversario. Hay concurso, por supuesto; para disputar el título de “Best of” los autos deben ser de 1967 o anteriores, en justo homenaje a los clásicos. Pero a la hora de exhibirse y convivir en la familia “vochera” no existen reglas, todos los Volkswagen son bien recibidos y no hay discriminación de ningún tipo, la hermandad prevalece.



Aunque el día de exhibición es el domingo, desde el viernes comienza la convivencia de los participantes, que ante todo se van a dar una vuelta por el taller más antiguo de restauración de Volkswagen de la ciudad, “The Wizards”, y luego terminan la noche compartiendo risas y copas en un bar de South Miami. Pero lo mejor de “Viva la VolksBlast” es que se celebra en plena calle, en un espectáculo abierto a todos los que quieran asistir en medio de Sunset Place, un bonito mall repleto de lugares acogedores para sentarse a tomar un refresco cuando el calor aprieta. Allá va toda la familia a pasar el día y hay espacio para todo tipo de intereses. Vimos a los niños fascinados con un Herbie parlante (que no iba a perderse un evento de esta clase), a las mascotas paseando alegremente y hasta a algunas señoras que aprovecharon la ocasión para “hacer shopping” en el mall mientras los esposos se concentraban en un Karmann Ghia modificado que prácticamente se encontraba acostado en el piso. A todas estas, una banda tocaba animando la fiesta mientras la gente votaba por el automóvil de su preferencia.

En el décimo cumpleaños de la VolksBlast hubo mucha variedad y también inmensidad de autos modificados. Debemos admitir que nos sorprendimos en un momento, cuando nos encontramos dentro del show con algunos Volkswagen oxidados y en bastante mal estado. Nos explicaron que era una nueva tendencia, una moda que consiste en agarrar el coche tal y como esté, ponerle llantas nuevas, motor, y salir manejando; y una vez más nos recordaron la intención del evento: celebrar a la comunidad y reunirse con sus preciados autos, sin discriminaciones de ninguna clase. Entendimos el concepto y nos unimos a la idea, sin embargo, sería mucho pedirnos que eligiéramos a uno de esos ejemplares como nuestro favorito. Nosotros somos un poco más puristas, así que quien nos robó el corazón fue una Combi 1965 en perfecto estado, traída desde Alaska, con 21 ventanas de vidrio para no perder ni un cuadro del paisaje. Cuando se trata de autos, bien vale la pena saltar de la cama en domingo.