Javier Fueyo

Los motores de combustión interna son capaces de desarrollar altas velocidades en poco tiempo, por lo que la reducción de potencia es necesaria para brindar adecuada tracción a las llantas, ya sea para girar en mayor o menor medida. En el caso de los vehículos equipados con transmisión manual, la caja de cambios proporciona una selección de diferentes condiciones de arrastre, la cual es operada con la palanca y que responde a circunstancias específicas de manejo: arranque en posición estática, ascenso en terreno empinado y marcha en superficies planas.

Mientras más bajo sea el cambio, las llantas girarán a una velocidad menor en relación con la velocidad del motor. Los cambios son seleccionados por medio de un sistema de barras y pulsadores, el cual es operado a través de una palanca instalada a un lado de la mano del conductor. La potencia desarrollada por el motor es transmitida desde el árbol receptor hasta el árbol principal, y asegurada en posición gracias a un sistema de barras rígidas.

Las transmisiones manuales están compuestas por dos elementos principales: el clutch y la caja de cambios. Por lo general, este sistema es sujetado a la parte trasera del motor, mientras que el pedal de clutch descansa entre ambos. Los vehículos producidos por la industria automotriz contemporánea tienen cuatro o cinco cambios de marcha, una reversa y un punto neutral. Las barras rígidas que aseguran una velocidad en posición yacen en paralelo con los ejes que permiten realizar un cambio. Cuando el conductor pisa el pedal del clutch y gira la llave en la ignición, este mecanismo entra en acción.

Algunos modelos incluyen un cambio adicional, llamado Overdrive. Los vehículos de última generación también vienen equipados con un anillo de resistencia, una pieza que alarga la vida útil de la transmisión por medio de la reducción del desgaste acumulado por fricción.